18 Abr 2025, Vie

El médico que atiende en las iglesias a personas en situación de calle

Mediodía de sábado de temperatura otoñal en Balvanera. Un barrio que todos bautizaron como Once, por la cercanía con la estación ferroviaria. El ir y venir de compradores es incesante. Las angostas veredas atiborradas dan cuenta de una materialidad consumista que le gana la batalla al espíritu. Sin embargo, en la esquina de Bartolomé Mitre y Azcuénaga el ritmo parece ser otro, con el foco divisando hacia otro lado. Las numerosas velas encendidas en la puerta de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera son el preámbulo a un templo marcado por la devoción a San Expedito, el patrono de las causas imposibles y urgentes. Y vaya si tras los gruesos muros de este templo la premura es lo que prima. Allí funciona un comedor que le facilita la alimentación diaria a decenas de personas. Y es una de las sedes donde la asociación civil presidida por el Dr. Masciocchi atiende a sus pacientes, esos que de tan abrumados y desclasados ni siquiera acceden al sistema de salud pública, por una cuestión de hábitos ausentes, falta de información, carencia de dinero para utilizar el transporte público o por la imposibilidad de trasladarse más allá de las pocas cuadras que le son familiares por desconocimiento o dificultades físicas. Muchos de ellos viven en la calle. La mayoría. Y esa es una de las dolorosas características de los pacientes que acuden a ver al doctor Mariano, como le dicen todos. Así, a secas. Con el amor y cercanía de un familiar querido: doctor Mariano.

Al doctor Mariano llegan a verlo con un abanico de patologías potenciadas y agravadas por la falta de medicación y tratamiento; la ausencia del higiénico baño diario; la imposibilidad de la cama digna; la utopía de un techo propio que queda justamente en eso, en utopía; y, como si esta enumeración no fuese suficiente para retratar el dolor impúdico, se trata de personas atravesadas por la ausencia de contención familiar y vínculos sociales.

«Uno ve un bulto tapado con una manta y piensa que es chorro. O directamente no paramos, seguimos. No le decimos: ´che, necesitas algo´. Son parte del mobiliario urbano. Si naturalizamos que ese bulto que está debajo de una manta o un cartón está bien que esté ahí, nos estamos perdiendo a un ser social y la posibilidad de darle dignidad», afirma el Dr. Mariano Masciocchi.

En 2014, el Dr. Masciocchi atendía a uno o dos pacientes por sábado. Una cifra irrisoria ante la cantidad de gente que necesita de sus servicios. «Al principio me frustré porque yo iba y no concurría nadie a atenderse. Me preguntaba por qué, hasta que entendí. En San Carlos, todos iban a comer de lunes a viernes y yo aparecía los sábados. Ahí me di cuenta que yo era el que tenía que acercarme a los comedores comunitarios. La gente necesitaba que le dé una mano ahí mismo. Quien está en situación de calle se despierta y no sabe si se va a bañar, si ese día se alimentará, dónde va a dormir por la noche. Mucho menos va a pensar en ir al médico, por más que sea gratis, atienda en la parroquia de la esquina y le de los remedios. Si no vas vos a acercarte al otro, es muy difícil que el otro, en su escenario desesperado, se vaya a acercar a vos. El paradigma lo tenía que cambiar yo». Claro como el agua clara, diría el poeta.

El cambio de modalidad rápidamente generó la asistencia de pacientes. Pero, además, unas líneas en las redes sociales irradiaron el emprendimiento. Aquella carta pública llegó a 80.000 personas: «Buen día… si conoces a alguien que no tenga cobertura médica, que este en una mala situación y necesite atención médica gratuita y medicamentos, contale que en la Parroquia San Carlos, de Almagro (Quintino Bocayuba 144) hace 2 años que atiendo un consultorio gratuito a la comunidad los sábados desde las 10 am. Contale, también, que disponemos de medicamentos que ha donado la gente para regalar… Decile que desde las 15 hs. hasta las 22 hs. de lunes a viernes pueden llamar a Mauro, portero de la parroquia, y anotarse para el sábado próximo. Atiendo 10 personas por día, pero me apena, a veces, no ver más que una… ¿Será que la gente no necesita controlar su salud, ni hacerse chequeos, será que todos andan bárbaro, será que la gente prefiere ir a Farmacity y gastar fortuna en remedios.? Nos quejamos mucho, pero… bue, qué se yo. Si tenés ganas y te parece que esto puede servir… Contale. Abrazo». Estas palabras cambiaron el rumbo de la iniciativa de Mariano. En realidad, lo fortalecieron. «La ONG pasó de 1 a 80 personas. No somos sólo médicos. Necesitamos a todos los que quieran dar una mano».

¿Me regalás una hora?

La ONG ¿Me regalás una hora? nació luego de un proceso previo en el que Masciocchi se dedicó a colaborar en la Parroquia San Carlos de Almagro, que le quedaba a pocas cuadras de su casa y a la que había concurrido toda su vida: «Me acerqué y le dije al párroco que podía ayudar desde lo que yo sabía hacer: medicina clínica y cardiología. En la charla me entero que, en esa parroquia, había un comedor comunitario que da de comer a 1500 personas. ¡Y pensar que yo iba ahí a tocar la guitarrita! Pero como vivía en un táper, no sabía nada de eso. Así que cuando me enteré, me propuse hacer algo inmediatamente». Las marcas de un año complejo desde lo personal, una profunda fe católica y el impacto de descubrir un universo carente en un sitio conocido de manera incompleta, lo llevaron a ponerse en acción desde un lugar solidario diferente al habitual: «Yo donaba a la Fundación Huésped, a Unicef, pero necesitaba poner tiempo. Una hora por mes no es demasiado para nadie». El latiguillo fundacional fue claro y directo: «Convocaba a mis conocidos y les pedía: ´che, ¿me das un poquito de tu tiempo para ayudar a otro?´ Así se fue sumando gente».

«Lo que hacemos, lo hacemos con el tiempo de los voluntarios. Acá no se trata solo de poner la tarjeta de crédito y donar. Se necesitan minutos. En este momento estamos en el comedor de San Expedito y acá hay gente que hace cosas con tiempo y con amor. Solo con amor se coloca el vaso en la mesa, con su servilleta limpia y doblada. Con amor se cocina. Y eso trasciende lo religioso, no es una cuestión de chupacirios», explica el médico que luce un crucifijo en su pecho que lo define tanto como su estetoscopio. A pesar del vínculo con la feligresía católica, la ONG cuenta con colaboradores de diversos credos porque «la ayuda no tiene que ver con una religión por más que estemos en una Iglesia. Este proyecto es apolítico y areligioso», apunta el profesional.

 

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