A la escuela técnica Nº 463 y el Hospital de Niños Víctor J. Vilela los separan apenas 20 cuadras. Una distancia que se achicó cuando las alumnas del curso de moldería de la escuela pública entregaron los pijamas que diseñaron especialmente para los niños internados en las áreas críticas.
La donación no fue una más de las muchas que se hacen desde los talleres escolares, sino una forma de agradecer la atención recibida por el nieto de una de las estudiantes que pasó varios meses internado en el centro de salud municipal.
El proyecto se puso en marcha en mayo pasado y los profesores lo bautizaron «Devolver en puntadas de amor». A una de las docentes, Flavia Villalba, se le llenan los ojos de lágrimas cuando repasa la historia que tienen detrás los sesenta pijamas de algodón, con rayas, flores o estrellas, que llevaron al Vilela.
Una tarde, Graciela Gamboa les contó que se sentía en deuda con el hospital donde su nieto, un niño de cuatro años con una enfermedad atípica, empezó un tratamiento el año pasado. «Ella quería hacer unos seis pijamas, pero las prendas tenían que cumplir con algunos requisitos: que se pudieran sacar y poner fácilmente, y que no interfirieran con posibles drenajes o vías de sueros. Por eso nos pidió ayuda con los moldes», recuerda Villalba.
Más que ayuda, Graciela encontró una decena de socias para su proyecto: sus compañeras del curso, las mismas que el año pasado habían acompañado, escuchado, contenido, cada detalle del tratamiento de su nieto. Rápidamente se comunicaron con los médicos del Vilela para ponerse de acuerdo sobre el diseño de las prendas. Y desarrollaron los moldes de los modelos de dos piezas, con mangas cortas y abotonados al frente. Después hicieron una progresión de talles desde el dos al doce y una muestra del conjunto para cada uno de los talles.
Recién ahí empezaron a cortar las piezas de tela que comúnmente llegan a la escuela, remanentes de algún taller o fábrica, y los recortes que aportaron cada una de las alumnas.
Al final quedaba el remallado y la costura de las sesenta casacas con sus correspondientes pantalones, haciendo juego. Tarea en la que ayudaron las profes de corte y confección Carolina Milanesi, Mariel Montero y Claudia Sosa. No era la primera vez que ese equipo confeccionaba ajuares para hospitales públicos. Para la Maternidad Martín habían producido ranitas, batitas, gorros para los bebés prematuros y pijamas para las mamás.
Pero estos pijamas tenían un significado especial. «Una carga emotiva diferente, porque todas conocíamos la historia de Graciela. Y todas sabíamos el sentido que tenía esta donación», afirma Villalba.
FUENTE: La Capital