Silvana Ledezma tiene 22 años y se convirtió en la primer integrante de su familia en terminar la escuela secundaria. También es una de las primeras jóvenes que logran recibirse en la zona rural cercana al pico más alto de la provincia de Córdoba: el cerro Champaquí.
Sucede que estudiar en esa zona es todo un desafío ya que a la zona del cerro Champaquí, de más de 2800 metros de altura, solamente se puede llegar a pie, caballo o lomo de burro, recorriendo las Sierras Grandes por caminos rocosos. Es una aventura que tarda aproximadamente cinco horas y que se dificulta si las condiciones climáticas no acompañan. Allí, donde las familias viven del turismo y de la cría de animales, no hay señal de teléfono, Internet ni electricidad.
«Después de egresar quiero estudiar enfermería», declaraba Silvana al diario LA NACIÓN días previos a recibir su diploma. Ella sueña con poner su vocación al servicio de los habitantes del paraje donde vive y en el que actualmente no hay ningún profesional de la salud para asistirlos en caso de emergencia.
La clave: el compromiso docente
Silvana pudo seguir la secundaria gracias al compromiso incondicional de un grupo de docentes.
Hace seis años, el aislamiento en el que ella y sus vecinos viven hacía imposible que los estudiantes pudieran continuar su educación una vez finalizada la primaria.
Preocupados, un grupo de padres del Champaquí -y también de Villa Alpina, que sufrían el mismo problema- se acercaron a la escuela Los Tabaquillos, en La Cumbrecita.
La respuesta no tardó en llegar. Cada tres semanas, Giacomo Ponta, director de la institución, junto con otros docentes, recorre a lomo de burro las sierras cordobesas para reunirse con los estudiantes. A su vez, estos concurren cada dos meses a La Cumbrecita para compartir experiencias con el resto de la comunidad educativa.
«El esfuerzo que hacen los profesores es impagable. No cualquiera lo hace. Esto te cambia la vida porque acá estamos como encerrados en una burbuja. Salís y te abre la mente. Los docentes quieren que tengamos un buen futuro», explica Silvana, que trabaja en un albergue turístico.
Junto a ella, también se recibieron otros siete jóvenes. Destaca la «insistencia del director para convencerla de que no se diera por vencida cuando el estudio se le hizo cuesta arriba. «Si no fuera por Giacomo, yo no habría seguido. Si bien le tengo mucho respeto, más que profesor, lo siento como un amigo. Te aconseja, es una buena persona», asegura Silvana.
«Tuve que vencer varios miedos y salir de mi zona de confort para cumplir mis metas. Me siento orgullosa de mí misma porque no me creía capaz de hacer un montón de cosas y ahora sí. Les debo mucho a los profesores y también a mi familia que siempre me alentó», culminó Silvana.
FUENTE: www.lanacion.com.ar